viernes, 25 de abril de 2014

Alguien me preguntó hoy...

... si me acordaba de ti. 
Respondí con los latidos alocados de mi corazón, más pisadas de elefante que el sonido de un órgano humano. 
Contesté con el color de la remolacha en las mejillas, calientes como aquel verano en Madrid, donde tu sombra acompañaba a la mía por sus calles infinitas y llenas de historias de otros tiempos.
Repliqué con la luz que brevemente iluminó mis ojos azules, las esperanzas a medio tiempo que aún intentan vivir en este cuerpo con las rentas de tu cariño al 10%.
Alegué con el sudor de mis manos, que echan de menos tu piel de terciopelo y el hilillo de vello que se pierde por tus pantalones.
Argumentó mi pelo, antes largo mas tu paso por mi vida lo segó junto con mi ilusión por vivir; ya que te llevaste todo, hasta los mechones vivaces de mi cabeza, el lugar donde solías recostar tu nariz y aspirar mi olor, suplicando por paz y calma.
Pero, sin duda, creo que quienes lo confirmaron fueron mis labios, resecos porque ya no tienen a sus pares, aquellos que los bañaban  de ternura y amor desde la mañana hasta después del anochecer... mucho después. Aquellos labios que eran el pasaporte a miles de sensaciones, que nos transportaban a un viaje de ida pero no de vuelta, porque el regreso siempre era en una estación diferente, ya que después de cada beso nosotros ya no éramos los mismos.

"¿Que si lo recuerdo?", le pregunté a aquel iluso. 
Claro que no, eres la sombra de un pasado que tengo que dejar atrás.
Eres aquello que nunca se debe recordar... porque fuiste mi mundo pero yo no era el tuyo.
Y, aunque mi cuerpo siga llamándote, seré fuerte y resistiré el envite.
Peores batallas he librado.

... No te recuerdo, pero te echo de menos.